
Ya las banderas se dejan ver por la calle, con orgullo de quien se siente mexicano, por nuestra cultura, historia, tradiciones, y todo lo que relacionamos con nuestra bellísima patria, y una bandera muy grande se blande en la esquina, misma donde justo abajo en la calle, una bolsa, llena de basura, y los pañales regados que alguien se encargó de dejar a media noche. Ahí mismo, en un balcón un perro encadenado ladrando en el frío y lluvia.

Pero cuidado! Mientras una señora al volante se detiene en el alto justo en la zona peatonal unos tratamos de pasar por delante muy cerca ya de los coches, otros por detrás rodean al auto, pero la señora, eso sí, muy mexicana con su bandera, no parece importarle en absoluto.

De entre tanto fervor patriota, me llama la atención una casa en especial, es de un vecino que nunca se ha preocupado por colgar su lábaro patrio, será que es un apátrida? Deberíamos romperle las ventanas a pedradas? Eso sería una pena, pues este vecino es, y por mucho, una de las personas más amables del barrio. Siempre sin falta lo veo a las 8 a.m. barriendo su entrada, y también la de las casas de al lado y enfrente, o sea, casi toda la calle, y no sólo eso, alimenta a tres perros de la calle y otros cuantos gatos con su propio dinero, dice que eso lo hace sentirse bien y es su manera de amar a su país, no solo no tirando basura en la vía pública, sino recogiendo también hasta la de sus vecinos.

Pero, y a qué rayos viene ese título de Patriotismo Pozolero? Pues a ese sentimiento temporal, que nos hace gritar una noche de septiembre -Viva México, cabrones!! Pero el resto del año los cabrones somos nosotros: nos pasamos los altos, conducimos viendo el WhatsApp, escupimos en la vía pública, tiramos las colillas al suelo, le aventamos el auto a los ciclistas, tiramos fuegos artificiales, dejamos nuestra basura en la calle, etc.

Y al igual que el pozole, platillo típico mexicano del que nos acordamos más en esta fecha, la bandera tricolor sale a relucir unos días, para luego ser guardada de nuevo, y así como la bandera, nuestro orgullo nacional también va a dar directo al cajón del olvido, como si ese simple hecho de colgarla nos hiciera mejores ciudadanos, más conscientes, respetuosos, amables, y empáticos con los demás, triste realidad, los accidentes de disparan en las calles por los conductores ebrios, y los hospitales se preparan para lo que será «la patriota y larga noche del 15“.

La noche mexicana llegará, todos celebraremos el inicio de nuestra Independencia, y no de la Revolución, como en alguna ocasión un gobernador de Chiapas tuvo a mal mencionar entre los vítores a Emiliano Zapata y hasta a Benito Juárez, que no tenía que ver ni con la una ni con la otra…?!?! Ya se planean las fiestas, comida y bebida, y también los ya tan dañinos fuegos artificiales que tanto daño causan al medio ambiente, animales y personas, pero a quien diablos le importa eso?

Viva México!! Y todos sentimos ese orgullo de ser mexicanos: alcohol, comida, gritos y escándalo, y al día siguiente, la calles regadas de basura, entre latas de cerveza, botellas de alcohol y vidrios rotos, orines en la calle, vómito tricolor (granitos de elote blanco entre caldo rojo y lechuga verde), la basura de los cohetes que la gente arrojó a la calle pero entre el ardor nacionalista no se preocupó por recoger. Se acabó el patriotismo? O será la cruda realidad (ya saben a qué me refiero)? Y mientras amanece el 16, oliendo el aire a pólvora y afectando aún más las vías respiratorias, en la esquina, eso sí, la bandera gigante se presume con orgullo, y en un balcón un perro ladrando, encadenado y soportando el frío como cada día de su vida desde hace cuatro años.
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Publicación «matrocinada» por:
[avatar user=»Frida» size=»thumbnail» align=»center»]Frida Cano. Lectora, animalera y blogger.[/avatar]
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